En una incursión por tierras aragonesas recalamos en el pequeño pueblo zaragozano de Santa Eulalia del Gállego, situado en la ribera del río Gállego, muy cerca de la provincia de Huesca. Allí realizamos una visita a las Bodegas Pegalaz y los Mallos de Riglos. De esta forma descubrimos esta pequeña bodega que elaboraba unos vinos muy singulares muy relacionados con los Mallos de Riglos, donde nos acercamos hasta para conocer esta maravilla de la naturaleza.
Bodegas Pegalaz y los Mallos de Riglos
Cuando llegamos a Santa Eulalia del Gállego nos alojamos en una habitación muy coqueta de Casa Felisa, una casa rural solariega totalmente reformada y con una decoración muy detallista. Uno de los responsables de Casa Felisa nos habló de Bodegas Pegalaz, un proyecto familiar e innovador que elaboraba un vino muy singular en el pueblo.
Visita a Bodegas Pegalaz
Bodegas Pegalaz estaba situada junto al pueblo, entrando por una pista en el desvío hacia la Ermita de Santa Quiteria en el km 7 de la carretera A-1202. Nos desplazamos en coche para realizar la visita a Bodegas Pegalaz y siguiendo el camino llegamos a un edificio acristalado con una construcción moderna y vanguardista, asentado sobre una colina rodeada de viñas.
Desde los viñedos se obtenían unas vistas privilegiadas del pueblo de Santa Eulalia del Gállego y de los Mallos de Riglos, situados en la otra orilla del río Gállego.
Allí nos esperaba Jorge Sener, el alma mater de este proyecto vitivinícola, enclavado fuera de las grandes zonas de producción de vino españolas.
Durante la visita a Bodegas Pegalaz, Jorge nos mostró los viñedos y las instalaciones semienterradas en el pequeño cerro y totalmente integradas con el entorno natural. En sus explicaciones se notaba la pasión que sentía por el vino.
Bodega moderna
Después nos dirigimos hacia la puerta por donde entraba la uva recogida a mano en los viñedos que rodeaban la bodega. La uva se depositaba por gravedad en los depósitos metálicos, para no interferir en el proceso natural de fermentación del mosto.
Después, se dejaba envejecer el vino en barricas de roble francés y americano durante diez meses.
Transcurrido este periodo, se embotellaba y se dejaba reposar en las botellas durante el tiempo que se estimase oportuno.
Firé, un vino singular
El resultado final se llamaba Firé, que tomaba el nombre de uno de los Mallos de Riglos. Era un vino tinto elaborado con uva cabernet sauvignon, merlot y tempranillo con una producción muy limitada.
Espacio para eventos
Luego subimos a las dependencias superiores de la bodega donde había varias salas habilitadas para reuniones, eventos y catas.
Cata del vino Firé
Allí, Jorge abrió una botella de Firé 2008 para catar este vino tinto, de un color intenso y un sabor potente a frutos rojos y compota. Un vino único, como el Mallo del que tomaba su nombre, que dejaba un recuerdo largo y agradable en boca.
Terraza superior
Para finalizar la visita subimos a la terraza superior donde una cúpula de cristal, mimetizada con la vegetación, se integraba en el terreno rodeado de pinos.
Finalmente resulto muy interesante la visita a Bodegas Pegalaz. Además pudimos probar Firé, un gran vino de la denominación Vinos de la Tierra Ribera del Gállego-Cinco Villas, galardonado con el Bacchus de oro 2015.
Mallos de Riglos
Después de realizar la visita a Bodegas Pegalaz, nos picó la curiosidad y decidimos acercarnos hasta los Mallos de Riglos. Para ello cogimos el coche, cruzamos a la otra orilla del rio Gállego y nos dirigirnos por la carretera A-1202 hasta Ayerbe. En este pueblo tomamos la A-132 hasta el cruce que indicaba el pueblo oscense de Riglos, edificado debajo de estas formaciones geológicas tan espectaculares. Recorrimos unos 20 kilómetros en coche.
Vistas espectaculares
Antes de entrar al pueblo de Riglos, paramos en un mirador para disfrutar del paisaje de la cordillera de Mallos, cada uno con su nombre.
Riglos
Después continuamos hasta la localidad de Riglos y paseamos por sus calles. Poco a poco fuimos ascendiendo hasta la base de los Mallos para ver de cerca estas impresionantes paredes verticales de más de 250 metros de altura.
Este enclave del prepirineo oscense era muy visitado por los aficionados a la escalada.
Mallo El Colorado
Luego dejamos a la derecha el Mallo El Colorado que hacía sombra a una ermita.
Mallo El Pisón
Seguimos por la calle más alta del pueblo, que finalizaba en la base del Mallo El Pisón.
El Puro
Continuamos por el camino a Escalate y bordeamos El Pisón, que tenía adosado el denominado popularmente como “puro”.
Mallo Firé
Siguiendo el camino llegamos hasta la base del Mallo Firé, donde disfrutamos de la grandiosidad de esta formación rocosa.
Senda circular
Desde allí, se podía subir por una senda circular en dirección al Collado Tomar y bordear por arriba los principales Mallos.
Siguiendo esta ruta de unos 5 kilómetros se llegaba hasta un mirador para contemplar las vistas de toda la comarca. Después se descendía hasta el pueblo por la parte del Mallo El Colorado.
Nosotros, esta vez nos conformamos con verlos desde abajo, pero seguro que volvemos para realizar esta interesante ruta.
Una experiencia muy positiva a ambos lados del río Gállego entre Zaragoza y Huesca, disfrutando de la visita a Bodegas Pegalaz y los Mallos de Riglos.